El impacto psicosocial y psicoeducativo, y la oportunidad de conectar con la naturaleza fueron solo algunos de los beneficios obtenidos tras esta instancia.
En octubre de 2021, un grupo de estudiantes de la Universidad San Sebastián (USS) se comunicó con el Directorio de Nuestro Hogar, con la finalidad de generar un proyecto en conjunto. Tras el aumento de contagios por covid-19, esta idea terminó llevándose a cabo el primer semestre de 2022, finalizando el miércoles 6 de abril.
Damián Alarcón, alumno de quinto año de Psicología y ex presidente del Centro de Estudiantes de la Universidad San Sebastián (USS), comenta que la iniciativa surgió debido a que en la Universidad existe una instancia que se denomina Fondos Concursables, añadiendo que como organismo se propusieron postular dos proyectos específicamente a la categoría “Fondos de Acción Pública”. En esta oportunidad, el joven estudiante cuenta que “esa categoría implica generar un compromiso con un tercero, para poder beneficiar a alguna otra persona o Corporación, a través de algún voluntariado”.
Al momento de generar el proyecto, 12 estudiantes estaban implicados en la participación. No obstante, debido a los protocolos instaurados por la propia Corporación durante la pandemia, solo cuatro estudiantes participaron directamente en el proceso, siendo uno de la carrera de enfermería y tres de Psicología. El estudiante señala que él se encargó de liderar la iniciativa, con la finalidad de utilizar los fondos adjudicados para trabajar en conjunto con la fundación.
En ese contexto, Damián enfatiza en que les acomodaba colaborar con Nuestro Hogar, debido a la cercanía que esta posee con la Universidad San Sebastián, teniendo presente el traslado de los voluntarios y de los materiales necesarios para construir el invernadero. En la misma línea aclara que “primeramente comencé a cotejar y a conversar con ellos. Fui súper honesto, les comenté que consistía en una iniciativa que nosotros íbamos a proponer, después teníamos que defenderlo y que era sin compromiso por lo pronto hasta que nos entregaran los resultados. En ese momento ellos accedieron y me ayudaron a hacer la cotización”.
El martes 5 de octubre de 2021 le avisaron a Damián a través de correo electrónico que el proyecto presentado se había adjudicado los fondos y de acuerdo con el detalle de las actividades planteadas en la presentación de esta iniciativa, el 17 de octubre comenzaron con las reuniones como Centro de Estudiantes para llevarlo a cabo. Sin embargo, la construcción del invernadero se postergó debido al aumento de los contagios tanto a nivel país como regional, por lo que recién este año se concluyó durante el primer semestre con las autorizaciones pertinentes por parte de la Universidad.
Desde la Corporación Nuestro Hogar, Elena Huaiquipán, voluntaria en el hogar comenta que luego de que Damián enviara una carta a Claudio Cortés, presidente de la Corporación, solicitando una reunión para declarar su interés por crear un proyecto en conjunto con ellos, decidieron concretar este encuentro. “Él manifestó la idea de reunir a jóvenes voluntarios y traer ropa para acá, o de hacer alguna actividad con las niñas y niños, pero en realidad no era una opción muy viable, porque no todos se encontraban en la fundación. Sin embargo, él reiteraba el compromiso de querer generar un proyecto que quedara en la casita”, aclara Elena.
Finalmente, teniendo presente el vínculo que tanto Elena como su familia poseen con la naturaleza, la conservación de los recursos y la sustentabilidad, la voluntaria decidió lanzar la idea de construir un invernadero. Comenta que la finalidad fue que “todos se beneficiaran de este proyecto”.
Organización previa al desarrollo del proyecto
Al ser consultado con respecto a cómo se organizaron y cómo fue el proceso para llevar a cabo la construcción del invernadero, Damián señala que “si bien yo no sé mucho de construcción y también se lo hice saber a las personas de la Corporación, de todas formas, investigamos un poco de cómo poder hacer la construcción del invernadero. La tía Elena junto a su marido e hijas conocían sobre el tema, por lo que nos ayudaron harto. A la vez, la Corporación nos colaboró contratando a un maestro para poder sentar las bases del proyecto, y después poder llevarlo a cabo”.
Con respecto a esta instancia, Elena señala que en la búsqueda de encontrar a alguien que pudiera construir el invernadero, “vivieron varios chascarros, porque no había maestros ni mucha gente disponible ni que supiera sobre construcción, los chicos venían a ayudar desde la Universidad, pero tampoco tenían muchos conocimientos sobre el tema, por lo que se presentaron ciertas dificultades”.
En relación con lo anterior, el Centro de Estudiantes creó un plan de cotización, el cual consistió en poder buscar los mejores precios y así organizar y utilizar de manera óptima los fondos obtenidos. Damián reconoce que “pudimos ahorrar harto dinero, el cual utilizamos para comprar otras cosas. Considero que hicimos una muy buena distribución de los fondos”. Dentro de esta idea, también elaboraron una carta GANTT, con el objetivo de organizar los periodos en los cuales se iba a trabajar y a realizar las actividades. Debido a la pandemia, esta planificación recibió ciertas modificaciones, teniendo que aplazar algunos procesos.
Además, existió la instancia de asesoría, etapa previa a que dieran los resultados, donde los estudiantes debían dar a conocer el plan de cotización, junto con la planificación del proceso. Desde la universidad les solicitaron demostrar cómo este proyecto podría traer consigo ciertos beneficios tanto para la comunidad como para las personas que iban a ser voluntarias, siendo una fase exitosa.
Aspectos tras la creación del invernadero
Durante el proceso de formulación y construcción del invernadero, Elena cuenta que “pensamos en este espacio como algo que les diera ideas y la oportunidad a las mamitas y a cualquier persona de la Corporación de plantar algo que ellas quisieran”. A la vez, reflexiona que “mientras se construía estuvimos compartiendo bastante con los chicos de la universidad, intercambiamos vivencias entre las personas que son parte de la casita, el maestro que colaboró los primeros días y también con el papito y la pequeña que estuvo ahí acompañándonos. Se dio algo muy bonito y nos reímos mucho durante el proceso, fue lindo trabajar en conjunto”.
Entre los aspectos positivos reconocidos tras la finalización de este proyecto, Elena valora el lazo que formó la Corporación con los estudiantes de la Universidad San Sebastián. A la vez, reconoce ciertos beneficios personales, entre ellos, identifica que involucró a su familia en este proyecto y los hizo parte del hogar. “Antes de esta actividad, no había comprometido más allá a mis hijas, pero no porque no quisiera. A través de este proyecto, pude hacerlas parte de actividades y de la construcción, eso me trajo mucha satisfacción”, enfatiza.
El joven estudiante indica que este proyecto provocó un gran impacto socioemocional en los niños y niñas, destacando que “si bien los pequeños tenían un espacio para jugar, no poseían un lugar que pudiera cumplir con una función psicoeducativa y psicoemocional. Además, implica un progreso evolutivo, pertinente al rango etario en el cual se encuentran, y también un desarrollo social, que es súper importante, sobre todo por la pandemia, dado que los niños tenían clases online y era muy poco lo que ellos podían relacionarse, por lo que poder integrar las habilidades sociales y blandas fue un factor relevante al momento de llevar a cabo el proyecto”.
En cuanto a los desafíos, indica que “el invernadero en general nos incitó a invitar a las mamás, a los papás, a los niños y a nosotros a tener algo en que ocuparnos y preocuparnos, ya que a veces cuesta, sobre todo a las mamitas, que siempre están entrando y saliendo del hospital, por lo que llegan muy cansadas. La idea es que ellas se puedan relajar”.
Por Carolina Herrera Peña